Recojamos la confesión de la SIP:
En Bolivia hay liberad de expresión
Por: José Quispe Vasquez *
Dirigentes de la Sociedad Interamericana de la Prensa (SIP), en su visita a nuestro país, confesaron que aquí hay libertad de expresión aunque, según ellos, existe una aguda polarización y, que ésta, puede afectar a la primera. La constatación de esos empresarios y de sus operadores acaso es más cabal que la de sus pares criollos los que, varias veces, han dicho que la libre expresión en Bolivia está vigente, pero que corre el riesgo de ser mutilada.
En el encuentro entre la delegación del gobierno de Evo Morales y los delegados de la SIP, de acuerdo a lo que han informado los medios privados y estatales, a los representantes empresariales, los gobernantes les han hecho escuchar, probablemente, lo que no esperaban porque aquéllos tienen el hábito de recibir alabanzas y frases hechas: formalistas y cumplidos.
Que el Presidente de la República les haya dicho que en la mayoría de los medios de difusión bolivianos falta libertad de expresión es una verdad que tendría que doler a los dueños de las empresas periodísticas porque aquel señalamiento corresponde rigurosamente a la realidad.
Es cierto, asimismo, que la mayoría de los medios defienden los intereses económicos y difunden las ideas de sus dueños, no hay prueba en contra de esa aseveración.
Conocimos también que el vocero presidencial, periodista y ex dirigente sindical de ese sector laboral, les dijo a los de la SIP que la mayoría de sus socios criollos, desde sus empresas que venden noticias, mienten; casi todos los días, agregamos nosotros. Supimos que este funcionario público les reconoció el derecho de los patrones de los medios a comportarse como opositores de los cambios bolivianos, pero que deben aplicar sus códigos de ética que les mandan a informar con veracidad.
Sobre la acción política, la pregunta pertinente es ¿Cuándo los medios de difusión en Bolivia (y en el mundo) no fueron aparatos ideológicos y, por tanto, en qué momento no fueron actores de la política?
Asimismo, en aquella reunión (lo que creemos es una lectura imprecisa) el Ministro de la Presidencia dijo que los medios sustituyen a la oposición al gobierno. Disentimos de esa opinión. Los medios desde siempre fueron actores de la política, sólo que ahora se ocupan de ella todos los días y, con frecuencia, sin guardar las formas, es decir, sin sutilezas, de manera abierta, para lo que, añadimos, tienen derecho. Y esos medios no sustituyen a la oposición, ésta y la mayoría de los medios forman un frente único contra el gobierno y los cambios.
En ciertos momentos aquellos medios muestran que tienen autonomía operativa (movimientos tácticos más o menos independientes), pero estratégicamente, según los objetivos que persiguen, apuntan a los mismos blancos, aunque algunas veces les falle la puntería, lo que resulta secundario.
En la actual transición boliviana, la partera de esta historia es la lucha de clases y una de las formas de ésta, es la lucha de ideas, la que ha sido encomendada o la asumen los medios de difusión, para lo que no hace falta que se declaren vocero oficial.
Esta afirmación le sale al paso a otra que se propaga con una ligereza que preocupa: se dice que la confrontación y/o la polarización aparecen y se acentúan en este último tiempo en nuestro suelo. Y esa pugna es probable que sea más áspera todavía, al menos si los cambios se defienden, si se consolidan y si avanzan.
La confrontación de este tiempo no tiene como autor a Evo Morales, viene desde que en esta parte del mundo se constituyen las clases sociales y desde que arranca la lucha entre ellas (lucha debido a los intereses contrapuestos, a ideas encontradas, a políticas distintas y a culturas disímiles). Son factores materiales, que no dependen de la voluntad de la gente, los que determinan aquella pugna la que, además, es irreconciliable. La batalla entre latifundistas y guaraníes en Alto Parapetí o la de empresarios y trabajadores mineros de estos últimos días son ejemplos que respaldan lo dicho.
Los dirigentes de la SIP y sus socios nativos pretenden que sean ilimitados los derechos a la libre expresión y a la libertad de prensa. Quieren continuar por la vía que sigue la mayoría de los medios de difusión en Bolivia: el de la censura sutil o burda, de la autocensura para no perder clientes que publican avisos publicitarios o propagandísticos, las medias verdades desinformadoras, la manipulación que quiere doblegar conciencias, la victimación de la verdad como accionar ante la constatación de que el viejo orden empieza a ser sustituido, a pesar de las fallas lo que evidencia, asimismo, que el nuevo orden democrático (con sus limitaciones inocultables) se abre paso ante todas las conspiraciones, incluida la de los terroristas, en realidad, de los fascistas.
Los señores de la SIP avisaron que harán un seguimiento del proceso de imprenta que pidió el Presidente de Bolivia contra los responsables de La Prensa (9-XII-08) por la mentira de éstos, mediante una metáfora, cuando dicen que Evo Morales negoció “luz verde” al contrabando de mercadería por puerto Montevideo o Evo, en Santa Rosa del Abuná (Pando), frontera con Brasil. Reiteramos que el Tribunal de Imprenta, constituido y en funciones, debe dictaminar si aquel matutino mintió o lo hizo el Presidente de la República. Resulta insólito, sin embargo, que por ese proceso se diga que los gobernantes utilizan un mecanismo intimidatorio y que los medios como consecuencia podrían autocensurarse. Tomemos nota: la prensa se autocensura.
Que los trabajadores de La Prensa griten que son dignos y que no tienen mordaza se explica en tanto defienden su fuente de trabajo. Que, además, asuman como propia la línea informativa de ese diario (para el que escriben, entre otras cosas), allá ellos. Incluso el Código de Ética de los trabajadores de la prensa del país dispone que éstos deben ser leales a la empresa para la que laboran, pero también tendrían que comportarse independientes respecto de sus patrones. Más aún, deberían asumir lo dicho por Luis Espinal: Los trabajadores de los medios de difusión venden su fuerza de trabajo, pero no su conciencia, aunque la quieren comprar.
Y es francamente indecoroso lo que hacen organizaciones como la Asociación de Periodistas de La Paz que, de manera implícita, defiende a los patrones cuando dice: “Expresamos nuestro repudio por la forma en la que el Gobierno generaliza sus denuncias al trabajo de los periodistas, esta se convierte en una visión poco equitativa y equilibrada de la realidad, y en una afrenta al trabajo de la prensa nacional” (La Razón, 30-V-09). Cuando se difunden apreciaciones como esa cualquiera piensa que los que escriben así: o no viven en Bolivia o no leen ni los medios y, menos aún, la realidad boliviana. La SIP, quizá, no necesite de aquellos defensores.
Que la APLP defienda a los periodistas, con desatinos de yapa, es aceptable, pero que en forma simulada defienda a los patrones es desatinado, para decir lo menos.
Las agresiones contra los medios privados y estatales y que los platos que rompen otros les hagan pagar a los periodistas es algo que condenamos antes y ahora. También planteamos a tiempo nuestras críticas (señalamos lo positivo y lo negativo de una acción gubernamental, como tiene que ser la crítica periodística) ante los desaciertos de los gobernantes los que, en rigor, no son lo principal de su gestión.
Nosotros no buscamos tranquilizar nuestra conciencia. Formamos, hace décadas, en las filas del pueblo, fuerza motriz de los cambios, sin perder de vista que la personalidad en la historia, como la de Evo Morales, juega un papel también determinante, pero como parte de la fuerza de la masa, para decirlo con el verbo de René Zabaleta.
Como no tenemos cargos de conciencia reafirmamos que la mayoría de los medios de difusión en Bolivia censuran, se autocensuran, dicen medias verdades, manipulan, matan a la verdad o lo intentan. Todo, como protagonistas de la política y difusores de ideas para oponerse a los cambios de la transición boliviana. Ese es el papel de esos medios (de la mayoría) por lo que cuando se definen como imparciales o neutrales, objetivos, depositarios de la fe pública, equilibrados, apolíticos; en suma, cuando de palabra se ubican por encima del bien y del mal, advertimos que esas definiciones no concuerdan con la realidad. Así se habla de medios de difusión que no existen.
En síntesis, de la visita que comentamos es conveniente recoger lo dicho por la SIP, aunque lo nieguen sus defensores en Bolivia: aquí hay libertad de expresión y de prensa, derechos que tienen a la responsabilidad como límite, de acuerdo a convenios internacionales.
Periodista Independiente (*)
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